lunes, 17 de mayo de 2021

Glosando "Burning veneno del rock": Kacho Casal, baterista de Burning en su última etapa (1997-2019)

 

Glosando "Burning veneno del rock": Kacho Casal (Uruguay) baterista de Burning en su última etapa (1997-2019).-

Kacho Casal y Ricardo Moyano mayo 2021






Burning fue un grupo que durante décadas no tuvo una sección rítmica estable, ya que desde 1974 pasaron por la formación varios bajistas  y aún más bateristas. Las cosas empezaron a cambiar en 1987 con la entrada de los jóvenes Carlos Guardado y Nacho Blanco. Carlos ya nunca dejaría Burning, pero Nacho sólo estaría diez años, tras lo cual, poco antes de la muerte de Pepe Risi en mayo de 1997, le sustituyó Kacho Casal, que se mantuvo ya hasta la disolución de la banda en 2019.

El bajista Carlos Guardado había llegado a Burning junto con el batería Nacho Blanco -en 1987 como digo- como dos jóvenes músicos de la escena madrileña, procedentes del grupo Cráneo. La salida de Nacho, una semana antes de las fallas valencianas, cuando precisamente Burning tenía actuación ya contratada en la ciudad del Turia, estuvo rodeada de polémica. Algunos dijeron que Nacho se había marchado de repente; el propio Nacho me declaró en una entrevista en 2012 que puede leerse en este mismo blog que fue expulsado por el teclista Johnny por haber tocado con un grupo de barrio sin dedicar todo su tiempo a Burning.

Sea como fuere, en marzo de 1997 Burning, con algunas actuaciones inminentes en el horizonte, se había quedado súbitamente sin batería. Eran los últimos meses ya de la vida de Pepe Risi -en abril entraría ya en el hospital, falleciendo en mayo-. Y aquí es donde entra en escena el protagonista de este artículo, el uruguayo Kacho Casal.

Curiosamente, al igual que Nacho diez años antes, Kacho entró también de la mano del bajista Carlos Guardado. Casal, tenía ya 42 años entonces y ya llevaba en España tocando con muchísimos músicos desde 1980, cuando había llegado a la “madre patria” desde Uruguay.

En el libro Burning Veneno del rock (2010), por cierto, cometo dos errores relacionados con Kacho Casal: el primero, datar su entrada y la salida de Nacho Blanco en septiembre de 1997, tras la muerte de Risi, y no en marzo, como ocurrió realmente;  el segundo, que olvidé incluir una biografía de Kacho en los anexos del libro.

La fortuna querría que, aunque había tenido ocasión de ver a Kacho en alguna actuación de Burning como mero espectador, tuviera la suerte de conocerle en mi ciudad, Las Palmas, a principios de  2020, justo antes de declararse el confinamiento por la pandemia de coranovirus. Fue una cerveza rápida en la playa de Las Canteras. No venía por el palo del rocanrol sino por el del deporte, ya que iba a competir en una marcha programada ese fin de semana. Kacho Casal es muy abierto y empático y nos hicimos amigos enseguida. Pensé entonces que tenía pendiente escribir algo sobre su larga participación en Burning, o al menos su entrada en el grupo, y hace poco se lo propuse. No solo no puso ningún reparo, sino que respondió con una sorpresa: él mismo había escrito algo sobre su incorporacion a Burning y su trato con Risi, que me facilitó. Así que la tarea está prácticamente hecha de su propia pluma.

Ahora bien, para la etapa anterior a su entrada en Burning, y situar adecuadamente la figura de Kacho en el rock español, creo que es conveniente incluir al menos un fragmento de la entrevista que concedió al sitio de internet “Dios del metal”, autor “Rockberto” en 2014:

Tuve la suerte de conocerle durante mi estancia en el Rockservatorio en los ’80 y os aseguro que es un tipo encantador. Se trata de Kacho Casal, batería actual de Burning y antiguo aporreado de Topo. Todo un placer hacer esta entrevista. La lista de músicos uruguayos en España es interminable, pero podría mencionar entre los pesos pesados a Jorge García Banegas (Asfalto) además de Hermes Calabria (Barón Rojo) y Daniel Henestrosa (un ex – Parvas, por cierto).

¿Qué impulsó a un chaval de 25 años como tú a hacer las maletas y marcharse a un país tan lejano?

Vivir de la música por aquel entonces en el Uruguay era misión imposible. Yo tenía un buen trabajo en una empresa familiar, pero al tener que cumplir con un horario poco flexible, mi tiempo libre era bastante escaso y tenía que hacer malabarismos o bien sacrificar vacaciones para poder trabajar en cualquier proyecto serio. 

A pesar de todo, en poco más de cinco años pude formar mi propia banda, acompañar algunos cantantes de “moda”, grabar algunos discos y componer para teatro.  

Hasta que llegó el momento en que necesitaba más. La única solución fue sumarme al éxodo de músicos que uno tras otro iban dejando un país que se caía a pedazos, arrasado por una dictadura militar. 

Aún no tengo claro si fue una hazaña personal o inconciencia en toda regla, pero lo vendí todo y crucé el charco con una mujer, un hijo y 70.000 pesetas de aquel entonces que tampoco daban para mucho. 

Tengo entendido que en Uruguay tocaste en varias bandas, ¿alguna importante? ¿había alguna escena musical rockera?

Nací en 1955, por lo que llegué tarde a la “movida” de los años 60 en el Uruguay. Fueron años con dos grandes bandas como los “Shakers” y los “Mockers”. Unos músicos fuera de serie que emulaban sin ningún prejuicio a Beatles y a Stones respectivamente.

Luego, en los 70 surgieron bandas más cañeras como “Días de Blues” y “Psiglo” que no tuvieron más remedio que desintegrarse por el golpe de estado de 1973, que precipitó el fin de todo lo que tuviera que ver con el arte y la libertad de expresión. 

No obstante,  mi banda “Parvas”, llegó a tener su pequeño momento de gloria en 1975. Dejamos atrás un buen número de conciertos pero el bagaje discográfico es paupérrimo, apenas un single, dos canciones y pésimamente grabadas.


A la vez, hubo una gran llegada de músicos uruguayos a España como Hermes Calabria o Dani Henestrosa, ¿mantienes mucho contacto con compatriotas?

Creo recordar que la invasión uruguaya empezó con Jorge Flaco Barral de “Días de Blues” pero al poco tiempo se fueron sumando unos y otros. La lista es interminable pero podría mencionar entre los pesos pesados a Jorge García Banegas (Asfalto) además de Hermes Calabria (Barón Rojo) y Daniel Henestrosa (un ex – Parvas, por cierto). 

Afortunadamente, las redes sociales me permiten estar al día con mis amigos y compatriotas que están lejos como puede ser el caso de Daniel que vive en Suecia. Con Jorge nos escribimos de vez en cuando. Me alegro que haya vuelto a la carga con Asfalto. Con Hermes nos vemos a menudo y disfrutamos del enorme privilegio de tomar juntos un café. Es un entrañable amigo.

¿Cuál fue ese momento mágico en el que decidiste que tenías que dedicarte a la música?

Sin lugar a dudas, mi big-bang fue el festival de Woodstock. Por casualidad vi por televisión un avance del estreno de la película. Aparecía Santana tocando “Soul Sacrifice” con el famoso solo de Mike Shrieve. Mi madre me despertó de mi estado catatónico diciéndome: “si querés ir al cine a verla, te invito” 

Tenía por aquel entonces 14 años. Esa misma tarde la vi dos veces seguidas en sesión continua. Los ojos como platos. A la semana repetí.

Creo que tu primer instrumento fue la guitarra, ¿qué te hizo cambiar de opción y pasarte a la batería?

Siempre he sido un melómano pero si no es por un capricho de mi hermana que pidió a los Reyes una guitarra, tal vez, nunca hubiese tocado instrumento alguno.

Gracias a algunos amigos aprendí los primeros acordes, las canciones de los Beatles, algunos estudios clásicos. Estaba obsesionado con todo lo que me ofrecía aquel instrumento mágico. Pero justo, cuando iba a enfrentarme a la etapa más seria de escalas y modos griegos, se cruzó en mi camino un joven baterista llamado Mike Shrieve. 

Desde aquel entonces la guitarra ha sido una compañera de viaje pero poco más, lo mío era otra cosa. Había probado el veneno.

 En tus inicios, ¿cuáles fueron los músicos qué más te influyeron?

Muchísimos y muy variados que de alguna u otra forma me han ayudado a formarme como músico.

Imposible negar la influencia que tuvieron en mí los Beatles, también los Stones aunque menos, pero si hay alguien a quien realmente he admirado desde mi juventud es a John Fogerty. Lo que hicieron C.C.R. en apenas cinco años fue brutal. Un hit tras otro. Pedazo de canciones.

Como innovador, creador puro y duro, para mí el mejor músico del siglo XX ha sido el tío Frank. Por si no bastara con eso, las mordaces letras de Zappa eran un chorro de ácido derramado sobre la hipocresía del catolicismo o el principal azote de senadores republicanos. Además, fue la “factoría” de grandes virtuosos de la guitarra como Steve Vai o genios de los tambores como Terry Bozzio, Chad Wakermann o Vinnie Colaiuta.

Ahora bien, mis héroes de la batería sin duda han sido y son: John Bonham, Ian Paice y Bill Bruford principalmente aunque tampoco me olvido ni de Mitch Mitchell ni de Ginger Baker, que conste.

Has trabajado en España con artistas consagrados que parecen bastante alejados del estilo de música que te gusta, Supongo que de todas las experiencias se aprende, ¿verdad?

Exacto. Tanto escuchar como tocar otros estilos aunque no sean la “marca de la casa” te enriquecen. Tengo claro que siempre seré un baterista de Rock & Roll, pero me encanta moverme en otros terrenos. 

La clave es ser honesto y respetar lo que estás tocando con quién y para quién. He rulado con innumerables artistas y bandas y todas las experiencias han sido positivas.

Estas desde hace 17 años en Burning, ¿cómo te sientes perteneciendo a una de las bandas más importantes de España?

Para mí ha sido increíble, como cerrar un círculo que se abrió en 1980. Intentaré explicarme…

Acababa de llegar a España y les vi por televisión en un bodrio de programa llamado “Aplauso”. Fue la primera vez que escuché: “Mueve tus caderas”.

Aún no había terminado de deshacer las maletas, no tenía ningún trabajo a la vista y soñé por un instante en lo grande que sería poder tocar en una banda así.

En 1997, por fin, los astros se alinearon. Sonó el teléfono y los Burning me hicieron una propuesta a la que no pude negarme. Es más, fue como revivir el momento de mi llegada a la madre patria en 1980. Diecisiete años de espera y luego otros diecisiete que son los que llevo con Johnny, Carlos y Edu. Incluso llegué a tener el honor de tocar con Pepe Risi antes que nos dejara. Resumiendo, ha sido una experiencia de fábula.”

………………………………………………………………………

 

            Hasta aquí el fragmento de la entrevista de Rockberto. Vayamos ahora con los textos del propio Kacho Casal. Dado que Burning tenía bolo en Valencia en marzo de 1997 para fallas, y que Nacho acababa de dejar la banda, la entrada de Kacho fue contrarreloj. Pero dejemos que lo cuente él, con su propio estilo lleno de frescura y desenfado.




 

Kacho Casal: Mi entrada en Burning.

Primer Contacto Visual. 1980.

 

Digamos que mi primer contacto con los Burning fue meramente televisivo, pero antes que nada vamos a situar la máquina del tiempo en el año 1980 y de paso presentar al personaje que nos ocupa, es decir quien suscribe. Este Beethoven de los palitos, acababa de dejar atrás su país de origen para adentrarse en el viejo continente y radicarse en la añorada España de su abuelo gallego. La misma que éste  había tenido que dejar atrás por culpa de otro gallego con más “glamour”, por decir algo. No voy a derrochar más tinta sobre dicho “señor”.

Y bien…Si a mi abuelo Manolo le tocó abandonar el terreno de juego, a mí me tocó jugar la segunda parte:  la transición democrática, claro que en el mismo paquete venía incluida la  letra pequeña de  la Ley de Extranjería de Felipe González. ¡Si lo sé, no vengo!

            A partir de ese momento el sueño de la Madre Patria pasó a ser algo así como “Pesadilla en Madrastra Street” para todos aquellos osados que se atrevieran a cruzar el charco. ¡Gracias Herr González! Por pagarme con una patada mi desinteresada colaboración en tantos actos para el PSOE y por pretender tratarme como un delincuente.

 

Aleluya! Mi primer fin de semana en Madrid!!!

 

Reunión de amigos en el destierro,  en casa del “gordo” Carlos para variar (algo así como una sucursal del consulado uruguayo en Alcorcón). Sobremesa. Encendimos la tele. No había mucho que ver en televisión por  aquellos años (la Uno y la Dos que no se veía muy allá que digamos). Terminabas tragando con culebrones de Kunta Kintes o Falconettis, o te enterabas de las verdades a medias con Informe Semanal, o te cogías un cabreo descomunal al cierre, antes del himno, escuchando a uno de negro hablar de no sé qué señor y que debíamos  ser muy buenos. Atención… Comienzaaa…”¡¡¡Aplauso!!!”  (No sólo de Eurovision vivía Uribarri). ¡Vaya engendro! Aquí podías encontrarte con lo más selecto de los bodrios que incluso en estos tiempos que corren, serían imposibles de digerir y eso que la cosa no está precisamente como para tirar cohetes cuando la creatividad brilla por su ausencia con tantos clones de Luis Miguel, Operaciones Fracaso, mucho nonaino corazón partío… y tanto julandrón! Pero toda regla tiene su excepción… Presentan a los Burning… ¡en Playback! 

Qué caras, qué gestos, qué carajo es esto!

 

¡Cómo molan! (dicho entonces con acento sudaca). Qué hacían estos chicos en un programa como ése?  Compartiendo escenario con un sin fin de niñatos guapitos, artistas de pacotilla, consentidos y sodomizados por los degenerados de turno de algunas discográficas nacionales? ¿Qué pintaban ahí? Me daba igual! Fue la primera vez que escuché: “Mueve tus caderas”. Como recién llegado del más allá, duro de oído, no entendía cierta parte del estribillo. Pregunté a mi colega Aníbal…

-         Qué carajo dice después de “mueve tus caderas”?

-         “A-lante y atrás”, respondió.

-         No jodas. Será adelante y atrás!

-         No. No. Acá se dice así. Hasta Serrat lo dice. O sea…

-         Ah…Vale…Vale…(están locos estos gallegos pensé, emulando a Obelix)

Y de pronto, supongo que por deformación profesional me fijé en el batera de la banda, mientras me iba acostumbrando a las nuevas expresiones idiomáticas de mi país de acogida.

Grande Lito’s! Un ejemplar único!  Ni Toño, ni Risi, ni Johnny…

 

Parecía que alguien le había secuestrado de una película del oeste y le había metido detrás de los tambores. Era clavado al típico empleado del telégrafo de las pelis de vaqueros, con ese bigotillo con cierto aire a David Niven. Le faltaban solamente la gorra de visera y las mangas y claro está, que le cagaran a tiros los cristales de la oficina.

Nota de Kacho: Es muy común confundir dentro del género Western, al empleado del telégrafo con el dueño de la funeraria. Recordar que éste último, siempre está más calvo y suele aparecer rodeado de cuervos mientras despacha ataúdes en tiempo record, todo muy bien sincronizado para no hacer perder el tiempo a las autoridades ni a los forajidos que esperan ansiosos ser colgados en el patíbulo.

Volví a verle poco tiempo después,  acompañando (también en Aplauso) al hijo de un torero que al día de hoy sigue intentando ser cantante…Exito, fama y dinero tiene, pero aún no ha conseguido entonar mejor que Sara Montiel. (Ojo! que en el ámbito rockero también tenemos algunos especímenes parecidos) Rechace imitaciones.

Me dije a mi mismo… Tal vez haya dejado la banda, pero cómo puedo ponerme en contacto con ellos, si no conozco a nadie. Mis falsas expectativas de integrar Burning en 1980, se fueron a pique y tuve que esperar apenas 17 años más para hacerlo y todo llegó como siempre por una puta casualidad.

Tuve que emplearme hasta entonces tocando con Dios y medio mundo. Gentes y estilos muy diversos como:  Pino D’Angiò, Los Amaya, Pedro Marín, Lolita, Los Chichos, Topo, Azúcar Moreno, Mari Trini, Rubi y los Casinos, Sleepy La Beef, Tragaluz, ISP, Ganímedes, El Club de la Noche, Manolo Tena, J. Bulevar, Jambalaya, The Pivados, Delirium, Krishna Mixed Blood, Gandy y Malakara, Ramoncín...Un flipe! Pero siempre buena onda!

Hasta que por fin, una tarde sonó el teléfono…

Suena El Teléfono 17 años después…  (marzo 1997)

 

 

Pasé un largo período de mi vida dedicado a la enseñanza, sacrificando incluso horas de estudio personal por echar una mano a todos aquellos que tenían las mismas inquietudes que yo supe tener tan sólo unos pocos años antes, cuando todo era bastante más complicado.

Hoy día,  puedo presumir  de tener nietos baterías, es decir, que hay por ahí pululando unos cuantos chicos que han sido alumnos de mis propios alumnos. Todo esto ha dejado tras de mí una estela de momentos y anécdotas que recuerdo con muchísimo cariño, y mientras escribo me digo… ¡Cómo están tocando estos hijos de puta! Debería haberles cortado las muñecas!. Pero no. Pobre de aquel discípulo que no llegue a superar  a su maestro.  No recuerdo si lo dijo Platón o quién. Lo siento. Sólo soy un batería, sé contar hasta cuatro, una y otra vez y poco más. No me juzguéis muy duramente…

Voy a intentar centrarme en algo que no atañe directamente a los bateras, aunque bueno, se trata de una historia de primos-hermanos, los bajistas… Mi aula de batera lindaba con la de bajo en el aquel Rockservatorio de la calle Monteleón. El profe de bajo era nada más ni nada menos que Tibu (Banzai) antes de convertirse en productor-manager y decidir dejar aparcadas a un lado sus cuatro cuerdas. Tibu de vez en cuando llamaba a la puerta,  me hacía señas y me decía por lo “bajini”: “Mira como toca el chavalito éste”. No le faltaba razón. Era una especie de Steve Harris con catorce años. Chico callado, de flequillito, pero las daba todas. Como si le viera… Pasó el tiempo echando ostias como siempre y de encontrarlo en los conciertos en la parte del público, pasé a verlo subido a los escenarios, hecho un puto crack, fiel a su estilo.

A esta altura del partido el más despistado se habrá dado cuenta que me refiero a Carlitos Guardado y a sus primeras andanzas “jevilonas” con los Cráneo. Me alegré de manera más que especial, cuando me enteré que había pasado a formar parte de los Burning. Vino como un flash a mi memoria, aquella tarde con mis colegas viendo el “Aplauso…”. Y me alegré aún más por él. El tiempo, implacable, seguiría su curso, la suerte estaba echada, hasta que por fin, ya en 1997, justo cuando menos lo esperaba, aquella misma tarde sonó el teléfono…¡Y era Carlitos!.

Hola Kacho? Soy Carlos…

           

El interlocutor se identificó de manera positiva mucho antes de que yo pudiese articular palabra, agregando…Carlos, el bajista de Burning.

-         Qué pasa? ¡Tantos años!

-         Nada, mira, resulta que nos hemos quedado sin batería…

-         ¿Y Nacho?

-         Se ha ido con otro grupo.

-         Me parece increíble…

-         Es una historia larga. ¿Estás tocando con alguien?

-         Sí, como siempre…

-         Te apetece integrarte a la banda?

-         ¡Joder, claro que sí!

-         Hay un problema, tenemos un concierto dentro de una semana…

Al día siguiente quedamos en un bar de Moratalaz. Carlitos me dio un cassette con el repertorio habitual. Unas quince canciones. ¡No problem! Unas cañas juntos, una puesta al día, una de cotilleos, otra de batallitas y nos despedimos con un abrazo mientras le agradecía una vez más, que se hubiese acordado de mí.

            -Les he explicado a Pepe y a Johnny que eres el batero ideal para nosotros”

¡Joder! Tocar con los Burning y que el chavalito de flequillo se haya encargado de ficharme. ¡Esto es el no va más!

Lápiz y Papel

 

Lápiz, rotulador, papel pautado, un viejo cassette y dos días para escucharme todo de arriba abajo para escribir las partituras de todas las canciones y no dejar nada al azar. Se me da bien ser el típico batería salva-culos cuando el tiempo arrecia. Debo reconocer que me va la marcha y soy un poco masoca. Pero…esto es harina de otro costal…Nunca había visto tantas síncopas juntas.  Carlitos supo aclararme después: “Ante la duda, síncopa” Dos días de ensayo por delante que para qué las prisas…

Montando la batería en el local de ensayo, “Qué bonita” dijo Pepe Risi. ¡No lo podía creer! No sólo voy a tocar con Pepe Risi…Es que acabo de verlo sin gafas. Es más difícil esto que ver a  Keith Richards en pantuflas y pijama. Y allí estaba yo, junto al guitarra más chulo del mundo mundial, junto a Johnny, Edu y Carlitos. Empezamos con “No Pares De Gritar”. Salió de tirón.

Al terminar, piropo de Risi: “Tío, eres el primer batería que pilla la síncopa del puente a la primera” a  lo que respondí: “Pepe, hago trampas, lo llevo todo escrito, soy muy profesional!” (carcajada general).

-Ya. Ya. Pero se ve que no eres uno de esos profesionales de “diecisiete quinientas”, además…¡profesionales son las putas! (más risas)

 

Y seguimos currándolo…divirtiéndonos…conociéndonos… Valencia nos estaba esperando…

El Debut

 

            Valencia. 14 de marzo de 1997

            N.Autor R. Moyano: Para situar el ritmo que seguía el grupo antes de la entrada de Kacho, hay que recordar que Burning estaba muy activo desde fines del 1996: en noviembre de 1996  habían dado un gran concierto en la Sala Revolver de Madrid, en diciembre de 1996 Pepe Risi, en solitario, había colaborado en el disco en vivo de Loquillo en la sala Bikini de Barcelona (que dio lugar al disco Compañeros de viaje). El fin de semana siguiente, viernes 27 de diciembre de 1996, Burning tocó en Huesca en la localidad de Monzón en la nave de la Azucarera, habilitada para conciertos de rock, junto a los grupos Kelean y Bato Ziego. Luego, tras la grabación del disco de homenaje a Stukas y el concierto en Asturias de febrero de 1997, y dejando aparte alguna posible omisión, ya vendría la marcha de Nacho Blanco a principios de marzo y los conciertos con Kacho Casal. Nacho, eso sí, dejó grabadas las maquetas que dieron origen al disco póstumo de Pepe Risi con Burning “Sin miedo a perder”.  


La verdad, daba mucho status eso de viajar en una rulot con literas, con mesa para timbas, con ducha aunque no funcionara y con nevera por más que estuviese “out of order”. Tanto “glamour” se veía un tanto eclipsado al mirar casi con vergüenza el carricoche que llevábamos detrás, cargadito de instrumentos y reliquias. Tampoco nos importaba demasiado.

En aquellos tiempos, los teléfonos móviles no eran un artículo imprescindible y era menester hacer varios altos en el camino al bolo, con el viejo pretexto de llamar por teléfono (la versión oficial) y con la imperiosa necesidad de meterse entre pecho y espalda unos botijos Mahou bien fresquitos. (la puta verdad)

Después de mil y una escalas técnicas, Valencia a la vista y en plenas Fallas, colega!

Edu Pinilla gritó de repente: “¡He visto los cabezonats, los cabezonats!”.

Nos quedamos estupefactos segundos antes de descojonarnos de risa.

Después de unas cervecitas a nadie le importaba demasiado las diferencias que pudieran existir entre “ninot” y “cabezonat”. Debo decir que incluso, me gusta más este último epíteto y al resto de los Burning también, ¡qué pasa!

Minutos antes de salir, una nueva frase de Risi para la posteridad (mientras se colocaba sobre las piernas un maletín): “Hasta que no venga el Doctor Ferrán, yo no salgo

Ole sus huevos! ¡Genio y figura! ¿Quién le dice que no?

Y Ferrán acudió a su cita… y como Jesucristo, multiplicó los panes y los peces. A Tocar.

Por qué razón en un partido de fútbol, al más patadura y patoso de los niños, le ponen siempre de portero? Por qué será que al que no tiene ni puta idea de sonido lo meten de técnico de monitores? Justo tenía que tocarme el día de mi debut. Lo hubiese matado dos o tres veces seguidas, pero cuando se me habían agotado todos los insultos posibles, me di cuenta que ya estábamos en los bises.

Nota (Ricardo Moyano):  En el libro cuento el encuentro de Risi con la joven pianista Mónica Merino: “En Valencia Burning tocaron en la sala Akuarela de San Vicente Ferrer el viernes 14 de marzo de 1997.  Mónica Merino ha asistido a él. La joven pianista que había estado en la sala Bikini, donde le había conocido a través de Loquillo, le ve llegar a la barra tras el concierto, y le saluda. Ella no está muy animada estos días, el rock no marcha nada bien tampoco por Valencia, donde el pop se lo come todo. Poco queda de eso que se llamó “la revolución naranja” en la que ha estado implicado el mayor fan de Burning de Valencia, Manolo “Rock”, que sigue en la brecha en el sello Subterfuge, junto a otros pocos irredentos. Mónica es también de quienes mantienen la bandera del rock and roll. Pepe ha llegado exhausto, saluda a Mónica y, como prueba de la situación en que está, dado que están todos los taburetes ocupados, le pide que le deje su propia silla para sentarse, ya que no aguanta de pie… Ella se la cede con mucho gusto, y él, siempre galante, se disculpa. Conversan durante quince minutos que Mónica no olvidará nunca sobre la situación del rock, y Risi le da ánimos para seguir; va más allá,y le promete que en el próximo concierto en Valencia la invitará a subirse con los Burning para que toque con su piano en el mítico “Johnny B. Goode” con el que cierran sus actuaciones toda la vida. Mónica se va emocionada con este encuentro con la leyenda viva del rock and roll español y con una nueva energía… Por desgracia, la promesa tendrá que ser cumplida póstumamente por Johnny, en el concierto de homenaje a Pepe Risi de la sala Macumba de Madrid”.

Acreditación de backstage Sale Akuarela 1997 cortesía de Kacho Casal


 

Antes de regresar a Madrid, paramos un momento en el  Roxy (donde las chicas beben, fuman y hablan con los hombres) y de nuevo a la rula “que nos vamos al forooo”. Todo el viaje de regreso compartiendo asiento con el Risi sin parar de darle a la sin hueso. ¡Memorable!

-Qué es aquello, un anuncio de Mahou?

– No! Estamos llegando al foro!

-“Kachito ha probado el veneno de los Burning y le ha gustado” dijo de repente  Johnny…- y no le faltaba razón.

Tres Conciertos Y Un Funeral

 

Unos días después del bolo-debut en Valencia, nos pasamos por el local para pulir algunos detalles. Estaba claro que una vez superado el primer escollo de tener que preparar todo el repertorio en tiempo record, lo suyo era comenzar a analizar los pequeños detalles y matices de las canciones. O sea, darle el toque “Burning Denominación De Origen”.

Seguía sin poderme creer que estaba ensayando con Risi, y ahora sin partituras, con toda la calma del mundo y sin prisas, aunque debo confesar  que me resultaba bastante difícil asimilar la tranquilidad con que Pepe se tomaba las cosas, su parsimonia, las pausas entre canción y canción, que ahora un cigarrito, que ahora unas risas. ¡Es como verlo!. Con esa forma tan suya de sujetar la púa con mano temblorosa, que como por arte de magia, se volvía la más precisa y segura en cuanto sonaba el One-Two-Three-Four. Johnny notaba mi cara de impaciencia por tocar ésta o aquella y entonces para aprovechar los momentos de descanso,  digamos que me hacía algún test:

-A ver Kachito, si yo toco estos acordes, dime de qué canción se trata…- y yo le interrumpía a bote pronto: ¡“Chueca”!

-“¡Muy bien!”.  “¡Aprobado!”

Risas y aplausos.

Dos conciertos más por delante, tres en total con el de Valencia, en vida de Risi. El 19 de marzo en Madrid y el 29 de marzo en Carbonero el Mayor (Segovia) junto a los colegas de Gran Jefe.

N.A. (Ricardo Moyano): Respecto al concierto en Madrid el 19 de marzo de 1997, omitido en el libro Burning veneno del rock, se celebró en la Sala Moby Dick, que fue la despedida de Risi de su querida ciudad. Por tanto, Risi, a pesar de que se encontraba muy enfermo, tocó todo el mes de marzo. La sala Moby Dick, en la avenida de Brasil, por la zona de Cuatro Caminos, y abierta desde 1992, está situada en una zona “pija”, y el siempre chuleta Pepe nunca perdía su humor, tuvo una de sus ocurrencias al saludar, que se convirtió en una frase mítica: -¡Nunca habíamos tocado tan al norte!. Y es que la sala, en la avenida del Brasil, un antiguo prostíbulo por la avenida de la Castellana transformado en sala de conciertos en 1992, estaba fuera de los barrios donde solía tocar el grupo de la Elipa.



Kacho conmigo en Las Palmas enero 2020


 

Las cosas pintaban bien, todo estaba saliendo a pedir de boca. Nadie podía imaginarse la que se nos venía encima, y que aquella sería para Risi, la última noche de Rock ‘n’ Roll, al menos en esta puta vida. No sé si llegamos a hacer dos, o tal vez fueron tres ensayos más, no lo recuerdo demasiado bien, aunque la última tarde, sí que se me quedó tatuada en la memoria.

Dejamos el local y pusimos rumbo al metro. Como si se tratara de otra canción más de los Burning, intentando empastar al máximo con él,  fui adaptando mi paso acelerado a su cadenciosa forma de andar.

Una vez en el andén, me ofreció un cigarro que decidimos fumar a medias. El tren estaba por llegar a la estación y no se trataba de derrochar un Marlboro así como así.

Se despidió con un abrazo en Sainz de Baranda, yo continué mi camino abstraído y alienado como buen usuario de transporte público, mirando sin mirar, pensando en mil cosas o en ninguna, y  sin tener la más mínima sospecha de que otro tren, con destino final a otro fatídico 9 de mayo se había puesto en marcha.


Burning en sala Moby Dick marzo 1997


¡Es Decisión!

 

            Madrid, abril-mayo 1997.

Sota, Caballo y Rey. Hospital, Tanatorio y Cementerio. La Reputísima Trinidad!

Qué mal rollo me da ese puto olor de los hospitales!

Francamente, me pone los nervios de punta… además de provocarme unos indeseables efectos secundarios y no lo digo por cagarme, no, sino porque siempre termino provocando las más insólitas y patéticas situaciones de caos, habidas y por haber.

Esta vez, mi entrada fue triunfal, como para sacarme por la puerta grande hablando en términos taurinos, ya que debido a mi despiste, ni corto ni perezoso, le planté un abrazo y dos besos a la mujer equivocada. Se trataba de la mujer de un compañero de habitación de Risi!

Pepe no se inmutó, desconectó su walkman en cuanto nos vio llegar, se colocó la mascarilla de oxígeno sobre  la frente como de costumbre y nos dio la bienvenida diciendo: “Venga, pasarme el tabaco y la chupa que nos vamos de bolo a Mallorca. Estoy hasta la polla”

Aprovechó nuestra mirada de estupor, para hacer en voz baja un par de comentarios ácidos y corrosivos acerca de sus “vecinos forzosos” con la genialidad que le caracterizaba:

-Éste! (señalando con el pulgar) está liquidado y aquel otro está con el culo dando guiños del acojone!

Para ponerle marco, el humor negro de Pepe.  Puede que la muerte le pisara los talones, y que poco a poco le fuera  ganando el pulso, pero más chulo que un ocho, por contrapartida él se desquitaba burlándose de la dama de negro riéndose en su propia jeta! Un privilegio que no está al alcance de todos desde luego.

Decir que todo ocurrió muy deprisa sería más que redundante, pero sinceramente, nunca se me pasó por la cabeza que su maltrecha salud le fuera a pasar factura de forma tan inmediata.

Ya no volví a verle más…

Una cosa es cierta. Podremos ir cayendo uno a uno, pero las canciones de Burning seguirán siempre vivas,  caiga quien caiga. Da igual que las toque una banda primeriza o una super banda consagrada. Es una cuestión de actitud, de cariño, de respeto.  Así de simple, sin buscar nada porque nada hay para el buscón, una vez más toca reinventarse. Hay que seguir…¡Es Decisión!

 

 

 

 

 

 

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