miércoles, 22 de mayo de 2019

Melilla pólvora y sueño (Novela editada por la Ciudad autónoma de Melilla)

Melilla pólvora y sueño. Novela. 2019.


Portada de la edición original 2019



Portada de la edición de 2024 en Amazon


Ricardo Moyano. nemogcster@gmail.com

La novela puede ser adquirida en Amazon a 12 €,

1. Texto de 2019 sobre la novela: "Hace unas semanas presenté en Melilla mi segunda novela (la primera, segundo premio Ciudad de Alcorcón, está todavía inédita) "Melilla pólvora y sueño". Es un texto que aunque tiene como protagonistas a soldados que hacían la mili en Melilla en los tiempos del golpe de Estado de Tejero, como la hice yo mismo, tiene una temática universal, que combina el amor, la amistad y camaradería, la historia pasada y próxima de Melilla, y una trama de intriga.

Aunque he utilizado mis propios recuerdos y los que me transmitió mi padre, melillense que vivió en esos lugares el estallido de la guerra civil española, es una historia de ficción. Por supuesto, muchos personajes, con nombres cambiados, están basados en personajes reales de aquel tiempo.

En la novela son importantes también algunas de mis pasiones, como el ajedrez y la música. El tema "Noches de bohemia" de Navajita Plateá vertebra el hilo de amor de la novela. Y es que aquellas noches militares de amor, celos, desamor o reencuentro, también tenían mucho de la bohemia de la juventud.


Vaya en fin para quienes quieran paladear un aperitivo el arranque de la novela: "  Las Palmas, año 2000.  
    
Como suele ocurrir en estas cosas, fui el último en enterarme de que Marisa me la estaba pegando. Y esa noche, en el pub Nautilus, nuestro garito preferido en el puerto,  exploté: por una carambola de billar, todo acabó precipitando mi incorporación al servicio militar, con la misma rapidez que mi instancia pidiendo la prórroga militar acabó en el sucio retrete del bar.  Le echaba la llorada al gordo Lucas entre cervezas, ayes, y la atronadora música de Deep Purple resonando en los bafles. “Sweet child in time, you’ll see the line…” cantaba y gritaba Ian Guillan.
-Olvídala, hay miles de tías- me consolaba el Gordo, en medio del estruendo-. Y de esas miles, que yo sepa, hay por lo menos dos o tres que están coladas por ti,  además de buenísimas. Si quieres te doy nombres.
-Cómo se ve, Gordo, que no has estado nunca enamorado.
Lucas se encogía de hombros.
-Pues no sé. Pero frito por las tías, siempre. Y molido a pajas y fracasos, también.
-Qué poético eres, Gordo.
Marisa y yo nos habíamos liado en el último curso de carrera, que terminamos juntos y revueltos; como juntos y aún revueltos entramos de becarios a hacer la tesis en derecho civil, bajo la dirección del joven y remilgado catedrático Tasende. Hasta aquí las similitudes. Porque, a solas en el despacho, Julio Tasende revisaba los borradores de mi trabajo mirándome con autosuficiencia por encima de sus gafas de carey, y a Marisa le procuraba un trato... más exquisito. Seré justo, tampoco le debió ser fácil pasar por alto la explosiva mezcla de inteligencia, sonrisas pícaras y minifaldas  que la adornaban como parte de su ser. A mí me había pasado lo mismo.

Y ahora el dueño del Nautilus, detrás de la barra, nos repostaba las cañas mientras pinchaba los discos de moda "setentera".   Bob Marley, los Doors, algo de Rolling y Pink Floyd, se sucedían en la larga noche. Sonó el “Samba pa ti” de Santana, sonó el "Wish you were here"... . Demasiado: primero la música y el alcohol eran medicina para mi alma, pero luego  empecé a sentir vértigo. Me encerré en el baño con el estómago ya convertido en la cueva de un dragón, y a falta de papel, me limpié las bilis y las lágrimas con la instancia al coronel. La arrojé a la taza. Cuando salí a la calle con el Gordo a tomar el fresco estaba tan pálido como decidido.
-Me voy al cuartel, tío.
-¿Cómo?
-Que me hago quinto. Se acabó. Así me quito de golpe tres problemas. Marisa, Tasende, y mi infumable tesis sobre la serventía canaria. Adiós a las noches de insomnio. Muerte al pensamiento.
-Coño, me das miedo, Javi, te pareces al Millán Astray, solo te falta la mella y la manga al pairo.
-No te preocupes, que me haré soldado pero no  lejía.
-Pues no sé yo, porque dicen que los del Tercio están algo majaras, como tú. ¿Te has pensado lo que dices? Te pueden mandar a León, al Ferral,  donde se han muerto canarios de frío montando guardia. O a África, yo que sé, ¿aún se sirve en el Sáhara?
- Sólo el té. El Sáhara ya no es nuestro,  Gordo, desde la marcha verde. Pero sé que me tocará África, eso sí. Melilla, como a mi padre. Jurado.
-Sí, ya lo sé, siempre estás con la murga de los zocos y las chilabas.

-Lo que nunca te he contado es que mi padre estaba allí, defendiendo una base de hidroaviones, en el primer conflicto de la guerra civil. El sí que lo vivió en vivo y en directo. Como que casi le cuesta la vida.
El Gordo me miró como a un lunático. No me creía.
-Vale, pero déjatede milongas. La mili en Ceuta y Melilla es una cloaca.
-Lo sé. Como que eran los presidios… ¡Quizá sea lo que merezca un proscrito!
-Oye, te está sentando mal la priva. Vete a dormir y a sudarla. Mañana verás las cosas de otra forma.
Pero no las vi.
De todo aquello hace veinte años. El tiempo es infiel. A veces te parece que de todo hace una eternidad, y otras que algo lejano te hubiera sucedido ayer. Pero el calendario no miente. Hice la mili en Melilla en el ochenta. Todo era distinto entonces: el servicio militar obligatorio, la Melilla lejana, sin la cara lavada y modernista de hermana menor de Gaudí, que luce ahora. Pero también era distinta mi isla canaria, y la Universidad, y por supuesto yo. El tiempo huye, las escenas se borran de la mente llevadas por el viento de lo nuevo. Pero aquel año largo vivido en las plazas fuertes de África no  se pareció a ningún otro. ¿Quizá sea solo eso, y ciertos nombres propios, lo que le mantiene intacto en mi memoria?. No lo creo: aún sin la historia cuartelera, sin la juventud, sin las gentes que traté de paso o que dejaron su huella indeleble, en la vida de cada cual hay lugares telúricos. Melilla lo es para mí.

     Hasta ese instante, aunque fuera hijo de militar, yo no sabía apenas nada ni de aquella remota ciudad ni de lo que era el Ejército, escrito así con mayúscula. Franco había muerto, pero su brazo armado se mantenía en pie igual que, amputada, colea nerviosamente un tiempo la cola de lagartija. Y aunque mi padre se acababa de jubilar en las fuerzas de Aviación, a los aviadores no se les consideraba casi militares. Eran unos blandos, unos señoritos que iban de modernos sin fajarse en el barro. Pero un cuartel  en el Ejército de Tierra dentro de  un batallón de fusileros, con disciplina, pistas americanas y sargentos chusqueros gritándote al oído “curtía hombres”, según decían los que regresaban de la "mili"  y contaban todo tipo de penurias.
     La mili en infantería era otra cosa. Y más lo era en África. Yo sólo había estado  de turista en Marrakech cuando el paso del ecuador de la carrera, comprando cuero, tomando naranjada, y viendo los encantadores de cobras en la plaza. No era lo mismo que servir en los angostos enclaves de soberanía en la infantería de Regulares o el Tercio, Cuerpos de resonancias míticas. Porque Melilla, en el norte del continente, precisamente la ciudad natal de mi padre,  sólo la conocía por sus fascinantes relatos de tiempos remotos. Allí, o más exactamente al lado, en lo que ahora es el Nador marroquí, como yo había intentado contarle al Gordo sin mucho éxito, le había pillado el inicio de la guerra civil, como soldado de guarnición en el Atalayón de la Mar Chica.
Papá me contaba a menudo historias de ese tiempo. "Imagínate. Era viernes, julio, echábamos el rato  con mucho calor y un prometedor fin de semana por delante. El mar, como un plato en la rada donde chapoteaban los hidros. Había amenazas en el ambiente, conflictos, pero nadie esperaba que se liara nada en verano. De pronto sonó prolongada la sirena de alerta. Generala. Se veían venir tropas hacia nosotros desplegadas por el monte. La base fue rodeada  en minutos por compañías de Regulares del moro Mizzian, y legionarios. Ninguno de ellos se andaba con chiquitas. Éramos apenas un centenar de defensores asustados entrenados para cuidar  los aviones, cercados por veteranos de la guerra salvaje entre los "mohamed"... Les hicimos frente como pudimos. El acceso a la base no era sencillo, aunque atacaban por dos flancos, y tuvieron que esperar refuerzos. En en el asedio les causamos dos bajas, ¡las primeras dos muertes de la guerra civil!, lo que en realidad fue peor: al amanecer, furiosos, fusilaron a los oficiales: nuestro capitán, Leret, y dos alféreces. Luego  a más, por comunistas o lo que fuera, bastaba con que alguien te denunciara por izquierdismo.  A los que vivimos para contarlo, porque solo éramos jovenzuelos asustados, nos mantuvieron acuartelados varios días  mientras averiguaban nuestros antecedentes, y después, ¡y gracias!, nos incorporaron al ejército de Franco. Y a la  guerra".
La guerra. Una de las muchas guerras de Melilla, realmente; porque otras veces papá se remontaba más atrás, a los tiempos de Annual y Ab-el-Krim, que vivió de niño, viendo sin entender como llegaban del frente roto  soldados huidos en estampida, heridos, y sobre todo cadáveres, muchos cadáveres. Y aún antes, aunque él eso sólo la sabía por lo que le contaron, había existido la emboscada en el  Barranco del Lobo, la guerra de Margallo... Mucha sangre. Melilla era la hija de Marte.
Pero eso era entonces. Cuando a mí me destinaron a la ciudad, Melilla era un lugar apartado de la historia, de escasa población y edificios sucios, más conocido por su whisky barato, la electrónica japonesa, o ya puestos a lo malo, por estar en la ruta del kifi de Ketama. Algunos se "bajaban al moro", desde la península, pero también desde la propia Melilla. La frontera era porosa, la alambrada estaba oxidada y caída en muchas partes, sin que nadie se ocupara de ella, y bereberes y cristianos de la trapa cruzaban sin problema. Total, España estaba fuera del mercado común, y no hacían falta entonces sirgas o concertinas, ni existía la presión del continente negro llamando a las puertas de atrás de Europa.
Sin embargo,  aún en ese momento valle de la Historia, Melilla tampoco era desde luego un lugar grato para un quinto. Una prisión atenazada entre la pobreza del Rif y el mar, militarizada, enclaustrada en sus doce kilómetros. Nadie quería ir. Sólo yo sentía esa extraña querencia por la ciudad paterna. Tampoco es exactamente que yo quisiera. Es que, simplemente, sabía que iba a suceder.""

2. Nuevos textos. 12 Febrero 2024: Con ocasión de la segunda edición de la novela y aprovechando la salida de mi nueva novela "El faro del fin" (Amazon, 2024), algunos lectores me han hecho llegar comentarios sobre la novela Melilla pólvora y sueño. Estoy muy contento de la recepción de esta obra, y hoy mismo destaco el cariñoso mensaje de Fernando Visier, ex campeón de España de ajedrez. Dice él: "Me lo he leído de dos tiradas, la novela me atrapó, tanto la trama como el hecho de cómo haces hablar a los personajes, haces que el lector se identifique con ellos. Claro que eso es aún más cierto para quienes hicimos la mili, o en mi caso una larga mili, ya que desde los diez años a los dieciseis tuve que estar en las juventudes de Falange cantando el Cara el sol etc, así que para mí la mili posterior fue mucho más suave en comparación. También me llama la atención la ternura conque trata el aspecto del amor, y esa canción preciosa, Noches de bohemia, que realza los momentos cumbres de sentimientos de la novela. Me he preguntado leyéndola cuánto de autobiográfico habrá, aunque tampoco es lo más relevante, porque lo importante es que ficticio o no lo que se cuenta es creíble, verosímil".
Al hilo de este comentario he recordado cómo siempre los lectores me preguntan lo que hay de real en la novela. Generalmente el autor siempre desea mantener ese misterio, o juega al despiste, aunque en rigor, además, la respuesta es imposible, porque es difícil desbrozar lo real de lo inventado, no todo es blanco o negro, lo real a veces es una mera anécdota que pueda haber ocurrido a otras personas, o en otras situaciones y momentos, y se presenta deformada en la obra literaria. Pero sí, a la distancia ya de un lustro desde que la novela se escribió, recuerdo algunos momentos y detalles. Por ejemplo, junto al tema Noches de bohemia de Navajita Plateá en la novela se introduce, en el suicidio del soldado, el precioso tema de Miguel "Abuelo" "Oye, niño", un canto existencialista a la libertad: "Todo lo que ata es asesino, no seas tonto, deja tu cabeza estallar... Cuando yo ya no exista, verás qué velocidad...". Miguel Abuelo también murió joven, y decía no temer a la muerte, esperarla como a una vieja amiga a la que quería conocer más profundamente. Este es uno de los hechos reales -deformados- de la novela. El soldado real era un chico catalán de etnia gitana que lo pasó muy mal, y fue encarcelado en el presidio militar por negarse a disparar, ni siquiera por razones éticas, sino porque la pólvora y los tiros le crispaban, le hacían entrar en pánico. Desobedeciendo la orden de disparar en el campo de tiro se dio la vuelta y su fusil apuntó al teniente, sin ninguna intención agresiva, por pura inconsciencia. De ahí pasó directamente a la celda, y cuando yo me licencié, aún cumplía condena en aquel triste penal de María Cristina donde yo montaba guardia como cabo. En la noche fría e insomne del invierno en el monte-presidio yo, arrebujado en el tres cuartos con el subfusil terciado, no dejaba de pensar que allá abajo, en el penal donde sólo entraba la legión, estaba aquel pobre muchacho absolutamente inocente. No se suicidó, porque tuvo la suficiente fuerza para resistir, pero podría haberlo hecho sin duda.



        Pero lo que más me preguntan es si Sheila existió, y si fue mi novia. Siempre respondo que siento decir que ni Javier soy yo, ni Sheila fue mi novia, y ni siquiera existe. Salvo, por supuesto, en la identificación con las muchas mujeres guapas, inteligentes y maravillosas que la vida ha tenido a bien concederme conocer.

3. Texto 13 febrero de 2024.-

Recuerdo ahora algunas cosas publicadas sobre la novela. El periódico El Confidencial abordó la mili de Melilla en la literatura citando la novela, en abril de 2022. Si bien comete de nuevo el típico error de identificar al escritor con la historia contada: "

 Luego, además, estaban las drogas, los moros, el ambiente decadente y de trapicheo. Algunos narran que fue estupendo, no lo fue para el juez y escritor Ricardo Moyano García, que la hizo en 1980, y cuyo padre era, de hecho, de Melilla. Lo contaba así:

 

"Cuando a mí me destinaron a la ciudad, Melilla era un lugar apartado de la historia, de escasa población y edificios sucios, más conocido por su whisky barato, la electrónica japonesa, o, ya puestos a lo malo, por estar en la ruta del kifi de Ketama. Algunos se "bajaban al moro", desde la Península, pero también desde la propia Melilla. La frontera era porosa, la alambrada estaba oxidada y caída en muchas partes, sin que nadie se ocupara de ella, y bereberes y cristianos de la trapa cruzaban sin problema. Total, España estaba fuera del mercado común y no hacía falta entonces sirgas o concertinas, ni existía la presión del continente negro llamando a las puertas de atrás de Europa. Sin embargo, aún en ese momento valle de la historia, Melilla tampoco era desde luego un lugar grato para un quinto. Una prisión atenazada entre la pobreza del Rif y el mar, militarizada, enclaustrada en doce kilómetros cuadrados. Nadie quería ir (...). "No lleven mucho" decía chusquero el sargento Heras, "somos como El Corte Inglés, allí tenemos todo lo que les va a hacer falta, pero aprovechen ahora para decirle adiós al mundo y ¡Bienvenidos al Sol de España en África!".(Melilla pólvora y sueño, 2016).

 

"La frontera era porosa, la alambrada estaba oxidada, caída en muchas partes, nadie se ocupaba de ella"

Veamos algunos comentarios de lectores: 

1 Buenos 

días, D. Ricardo.
Espero se encuentre bien lo mismo deseo para sus más allegados.
Esta madrugada me desvelé sobre las 4, aproveché y terminé el libro. Lo cierto es que lo leí en dos sesiones.
Me ha encantado.
Tengo algunas preguntas que hacerle sobre la historia que cuenta Javier.
Escribe usted muy bien.
Humor, erotismo, política, sentimiento...
Le transcribo algo que me pareció precioso:
"Pero lo cierto es que esa tarde, sólo esa tarde, me dio la impresión de, que por primera y única vez, se dejaba ganar al ajedrez".
Por supuesto desde que pueda iré a visitar Melilla, tengo curiosidad por conocerla.
Sólo una pregunta: ¿Sheila sigue allí?."

2. Carla Sánchez "Mi amiga Carla Sanchez, lectora de la novela, hace un buen resumen del libro: "Javier ha terminado derecho y aunque puede alargar las prórrogas para acabar su tesis, se le cruzan cuatro cables y decide irse a la mili, nada menos que a Melilla.
Con esta decisión que parece irracional, persigue al lugar en que nació su padre y sin querer se coloca en una situación similar, a su padre le pilla uniformado el inicio de la guerra civil y a el, muchos años después...le va a pillar el golpe de estado.
Esta novela tiene dentro una historia sencilla, la mili, pero a la vez compleja como todo en la vida, a Javi le pasan cosas que espera y otras que no imagina, en una época en la que los cambios parecían estar de moda, pero eran un riesgo aún.
Creo que todas las decisiones se toman por algo que no podemos controlar y entendemos sólo cuando pasa el tiempo, Javier no se equivocó marchando a Melilla a hacer la mili, de no ir...se habría perdido, tantas cosas...
Esta novela es de Ricardo Moyano y, yo que soy una devora libros, les recomiendo que la lean...no hago publicaciones de todo lo que leo, solo de lo que me gusta."

Presentación en Melilla abril 2019 con Vicente Moga director del servicio de publicaciones de la ciudad autónoma de Melilla

Otro momento de la presentación en Melilla 2019



Y por último, un video de presentación que hizo mi amiga S.R. (¡Muchas gracias!)