¿Unamuno “contra” el ajedrez?: una revisión.
I
Muchas veces conocemos las opiniones de otros por referencias. Eso sucede a menudo con los escritores, filósofos, novelistas, etc., a los que hemos leído poco o nada, pero de los que se comentan citas como lugares comunes erróneos o descontextualizados. Cuando nos acercamos a las propias fuentes originales a veces nos llevamos sorpresas. Es lo que sucede por ejemplo con el supuesto anatema de Miguel de Unamuno contra el ajedrez, que es sólo una verdad a medias transmitida de boca a boca. Del rector salmantino se citan apenas dos frases contundentes sobre nuestro juego, aparentemente demoledoras: "El ajedrez es demasiado para juego, demasiado poco para ocupación intelectual", y "El ajedrez procura una suerte de inteligencia que sirve únicamente para jugar al ajedrez." También se le ha acusado de criticar la conveniencia de introducir el juego en las aulas como asignatura, en una agria polémica desatada en Buenos Aires a raíz de la publicación de sus escritos. O de poner en cuestión las virtudes socializadoras del juego.
De todo lo cual se deduce sin más que el intelectual salmantino sentía desprecio hacia el ajedrez. Sin embargo, la verdadera consideración de Unamuno hacia el ajedrez era mucho más compleja, e incluso contradictoria, como tantos otros aspectos de su filosofía, que es sustancialmente paradojal. De hecho, y seguro que este dato sorprende, ¡Don Miguel era ajedrecista, lo fue siempre!. ¡Igual que lo fueron sus hijos!.
Pero veamos por separado, al hilo de su obra, la verdad de esas supuestas críticas al ajedrez. Concluiremos que algunas se han exagerado notablemente. Y otras, siendo ciertas, obedecen a reflexiones apresuradas o experiencias circunstanciales de Don Miguel a las que no hay que dar el valor con el que han pasado a la historia del ajedrez. Como corolario, concluiremos que, a pesar de que ciertamente el famoso catedrático expresó juicios erróneos y rebatibles sobre el ajedrez, en realidad no estaba contra el ajedrecismo, como él decía con precisión, sino contra cierto modo abusivo de practicarlo, modo en el que él mismo había caído en su juventud.
Adelantemos que gran parte de lo que se comenta sobre el pensamiento de Unamuno respecto al ajedrez procede del único escrito específico que dedicó al juego, los artículos “Sobre el ajedrez” (1910) que fueron transcritos a la miscelánea “Contra esto y aquello” (1916) lo que ha hecho pasar como sesudo ensayo lo que en realidad no era sino un artículo circunstancial publicado en la prensa de Buenos Aires en el marco de una disputa sobre la introducción del ajedrez en las aulas a propuesta de un club de la ciudad. Artículo pues, y no ensayo, que además sólo responde a reflexiones del escritor en ese momento puntual.
II
Vamos a analizar algo las supuestas catilinarias de Unamuno contra el ajedrez para situarlas en sus justos términos:
1)”El ajedrez es demasiado para juego, poco para ocupación científica…”.- En realidad esta frase no sólo no es de Unamuno, sino que él mismo la cita en su artículo “Sobre el ajedrez” (1910) como un refrán común. La frase parece que fue expresada primeramente por el filósofo francés Montaigne, y luego tomada por el filósofo Leibnitz. Lo que venía a criticar Unamuno al recordar esa sentencia no es que se juegue al ajedrez, sino su abuso: él mismo había jugado en sus años de juventud universitaria a diario “hasta viciarse”, de modo que los domingos estaba hasta diez horas seguidas jugando, hasta que logró con fuerza de voluntad controlarse. En ese artículo no recomienda dejar de jugar, sino hacerlo con mesura. En el artículo señala que ya sólo juega dos o tres partidas al mes… Pero en 1916, al relatar su estancia en casa de un amigo en Mallorca, admite que “ha vuelto a practicar el juego de ajedrez, que había dejado…” Evidentemente, lo único que dijo Unamuno es que se tuviera cuidado con el juego, porque abusando de él se puede descuidar el estudio y favorecer la holgazanería. Nada con lo que no estemos todos de acuerdo.
2) Inteligencia y ajedrez: En ese mismo artículo ya citado, “Sobre el ajedrez”, Unamuno no afirma que los ajedrecistas no sean inteligentes, sino que ha conocido algunos que no lo son, por lo que jugar al ajedrez no es una evidencia de que desarrolle virtudes intelectuales. En este caso la opinión de Unamuno no está negando que el ajedrez fomente la inteligencia, sino que no tiene pruebas estadísticas de ello. Evidentemente, habría que definir primero qué entendemos por inteligencia. Pero, volviendo a la estadística, todos conocemos casos de jugadores como Fischer que teniendo un cociente intelectual como el de Einstein sólo aplicaron su inteligencia al propio ajedrez, haciendo verdad la frase de Unamuno. Pero podemos decir que en general la práctica del ajedrez sí está ligada al desarrollo de potencialidades del alma, como la inteligencia y la voluntad. Unamuno se limitó a expresar hace más de un siglo un reparo necesitado de mayores estudios, como los que actualmente se desarrollan; no formuló ningún dogma contra la relación entre inteligencia y ajedrez.
3) El ajedrez en las escuelas: Es un tema de debate que lleva más de un siglo… En aquel momento la cuestión estaba empezando a plantearse. Unamuno no se pronunció en contra. Hizo una mera reflexión inicial en el artículo ya citado, en la que admite que ha de profundizar. Simplemente está glosando en un periódico la petición de un club argentino a un colegio de Buenos Aires, y a la vez que alaba la iniciativa como vanguardista manifiesta ciertas dudas sobre los beneficios del ajedrez en la educación de los niños. Un debate que causó polémica, y en el que Unamuno se limitó a tomar una posición circunstancial en aquel momento, que sin duda hubiera podido cambiar y de hecho es muy posible que cambiaria en las siguientes décadas, aunque no volviera a escribir sobre el asunto, ya que al final de su vida se identificaba con la nuevas tendencias pedagógicas de la II República (un Ayuntamiento valenciano solicitó en 1931, de hecho, que el ajedrez fuera declarado asignatura obligatoria).
4) Ajedrez y socialidad: Aunque quizá es lo que ha pasado más desapercibido del artículo de Unamuno, es lo que más me llama la atención. Aunque aparentemente es una crítica al ajedrez –parcialmente infundada-, Unamuno extrae consecuencias fértiles y no todas negativas, ya que la falta de socialidad del ajedrez, la posibilidad de que los jugadores jueguen sin apenas conocerse, lo utiliza como eje de su filosofía, de su inquietante disociación entre lo que somos y lo que creemos que somos; y entre como son los demás y como creemos que son.
Pero decíamos que la crítica de Unamuno es parcialmente infundada, además. Había observado en la práctica del ajedrez en los casinos, tomando su propia experiencia, jugando contra un anciano en sus partidas de juventud, que no conocían absolutamente nada el uno del otro. Ese anciano le sirvió como modelo para su novela corta de su etapa final como escritor, “La novela de don Sandalio, jugador de ajedrez” (1930). Pero nuevamente hemos de poner en cuestión estas afirmaciones: Es cierto que de por sí el ajedrez no socializa, y que un jugador puede ignorarlo todo de su rival y no cruzar palabra alguna con él incluso. Frente a este modelo, Unamumo prefería las tertulias en que se habla de todo con altura y se entabla una verdadera socialidad que sirva para aprender sobre literatura, ciencia, o filosofía… Pero, al margen de que no siempre tales tertulias tienen esa utilidad, más bien diríamos que casi nunca, también el juego de ajedrez puede servir para abrir el camino a la relación social: el ajedrecista puede optar por vivir en su burbuja y acudir al club a jugar su partida oficial y marcharse sin más; pero también puede utilizar el juego para hacer grandes amigos, o incluso pareja… Por otra parte, Unamuno posteriormente se contradijo: En la propia novela “Nada menos que todo un hombre” el apuesto Alejandro utiliza el ajedrez para acercarse a la bella Julia: Iba a su casa “a hacerle la partida de ajedrez”, para conquistarla…
Por otro lado, no le duelen prendas a D. Miguel para reconocer valores del ajedrez, el ajedrez como lucha, como marco de la toma de decisiones, como laboratorio de la psicología social, etc. Incluso su actitud de recelo ante las actividades lúdicas se relativiza en los últimos años de su vida. Y así, si en obras como "Del sentimiento trágico de la vida" las incluye dentro de los aspectos ociosos y reprochables del ser humano (en el "sentimiento cómico de la vida") en otras obras tardías como "San Manuel Bueno, mártir" defiende la conquista de la felicidad frente a la agonía atormentada de sus obras clásicas.
3
Pero vayamos para terminar, un poco más al fondo del análisis de las obras de Unamuno:
1)Todos los prejuicios y opiniones apresuradas y reduccionistas de la postura de Unamuno derivan como hemos dicho del artículo “Sobre el ajedrez”, compilado en el libro “Contra esto y aquello”, que en realidad no es tal sino un artículo publicado por entregas en la prensa argentina en 1910, prosa periodística cuyo único sentido era entrar en la polémica creada en Buenos Aires por la petición del presidente de un club de ajedrez de que se impartiera el juego en las aulas, habiendo dirigido carta al Rector de la universidad. D. Miguel alaba la petición en lo que tiene de ruptura con el conservadurismo, pero muestra sus reparos a la iniciativa, aunque “promete estudiarla”. El filósofo salmantino advierte que no está escribiendo un tratado sobre la materia. Es cierto en fin que en ese artículo D. Miguel “niega la mayor”, es decir, no aconseja –reservándose una mejor reflexión- la introducción del ajedrez en las escuelas, por ahora; lo ve un simple juego que fomenta incluso el amor propio y puede llegar a la riña entre jugadores… y que igualmente desaconseja la práctica desaforada del ajedrez. Pero en absoluto se enfrenta al juego que él mismo seguía practicando…
Pero volvamos al artículo "Sobre el ajedrez". Fue publicado en el diario La Nación de Buenos Aires (Argentina) en 1910, y luego compilado en el libro "Contra esto y aquello". Es un mero conjunto de artículos escritos con motivo de una carta del presidente de un club argentino al rector de una Universidad solicitando incorporar el ajedrez a las escuelas.
En este artículo recuerda D. Miguel su antiguo "vicio" por el ajedrez, al que califica de "mansa e inofensiva locura", y reconoce que todavía sigue jugando de vez en cuando. "Yo, en mis mocedades, había caído bajo la seducción de la mansa é inofensiva locura del ajedrecismo y cómo, durante mis años de carrera, en Madrid, hubo domingo en que invertí lo menos diez horas en jugar al ajedrez. Este juego, en efecto, llegó á constituir para mí un vicio, un verdadero vicio. Pero como soy, gracias á Dios, hombre de recia voluntad, conseguí dominarlo. Y hoy no lo juego sino de higos á brevas, ó sea de año á San Juan, y las pocas, poquísimas veces en que lo juego, no paso de un par de partidas, ó á lo sumo tres. Se me pasan meses sin tomar un alfil á a mano. Y es que tengo siempre presente aquel aforismo de que el ajedrez para juego es demasiado y para estudio demasiado poco . Y eso que llegué á jugarlo bastante bien."
Unamuno, por lo demás, simplemente entraba en el debate sobre la introducción del ajedrez en las aulas argentinas, mostrando los reparos en una polémica típicamente periodística. Y por cierto que lo logró. El artículo por cierto causó gran debate en Argentina, que no en España, donde en 1910 se jugaba muy poco al ajedrez, y los mejores jugadores, los hermanos Golmayo, habían llegado a Madrid años atrás desde Cuba. Aunque también es cierto que el ambiente ajedrístico empezaba entonces a despegar, y solo un año después se juega el gran torneo de San Sebastián, y dos despuñes, en 1912, Manuel Golmayo se proclama oficialmente campeón de España (tras el confuso precedente de 1902 cuando jugó y ganó con ocasión de la coronación de Alfonso XIII, con el que le unía gran amistad).
En Argentina, el presidente del club lee en el seno del propio club en públco los artículos de Unamuno y los rebate, defendiendo las virtudes del ajedrez como propio de personas educadas y formadas, y no pendencieras y ociosas. Para decirlo con palabras de D. Juan S. Morgado (ponencia en es.chessbase.com): " El artículo de Miguel de Unamuno a La Nación indicaba ¨Salamanca, junio de 1910¨, y fue publicado en el diario durante la primera semana de ese mes. El 10 de junio, durante la asamblea del Club Argentino, su presidente, doctor Antonio Montenegro, leyó un fuerte discurso a favor del ajedrez y repudiando los conceptos de Unamuno." (es.chessbase.com).
Con más detalle, nos sigue contando Juan S. Morgado: "Durante los años 1917 a 1929, el ajedrez en Argentina se encontraba en un desarrollo muy preliminar, pero a la vez muy dinámico. El primer club estable –Club Argentino– se había fundado en 1905, bajo el mecenazgo del masón don José Pérez Mendoza (1855-1937), que a los cuarenta años decidió dejar sus actividades laborales como martillero, las cuales le habían permitido convertirse en millonario, para dedicarse a la filantropía. Y es aquí donde el ajedrez recibe sus copiosas donaciones, mediante el aporte dinero y contactos políticos para la nueva institución, e introduciendo el ajedrez en las cárceles, en las instituciones para ciegos, en las escuelas y universidades, y en el sistema penitenciario. Hasta ese entonces, el ajedrez era mal visto por amplios sectores de la sociedad, que lo consideraban poco menos que un pasatiempo para vagos. La figura central de esta concepción era don Miguel de Unamuno, que había publicado en El Hogar un tremendo artículo contra el ajedrez. El Club Argentino logró amalgamar su afectis societatis, precisamente, para demostrar que el ajedrez era un juego donde se practicaban las buenas costumbres, la caballerosidad, y se combatían la inmoralidad y el juego por dinero. Esa institución tenía un carácter aristocrático, y aunque fue incrementando notablemente su cantidad de socios, no podían acceder a él los sectores más populares, por razones principalmente económicas."
El carácter episódico del texto unamuniano ha sido reflejado también en blog (http://memoriasdeorfeo.blogspot.com.es/) por Juan Vellino, con algunas interesantes consideraciones sobre ajedrez y escuela, no menos polémicas:
"Me gustaba el Ajedrez, y no creía en lo que Miguel de Unamuno opinaba sobre éste en Contra esto y aquello. Pero conviene detenernos un tanto en el porqué Unamuno escribió contra el Ajedrez: Comentaba una carta que el presidente del Club Argentino de Ajedrez le remitía al Rector de un colegio para incorporar la enseñanza y la práctica del Ajedrez a los planes de estudio. El artículo tiene algo menos de un siglo, pero la aspiración de integrar el Ajedrez en la Currícula escolar es vieja y siempre pondera las muchas ventajas que la práctica del Ajedrez poseería para la formación de los jóvenes, ya vimos lo vacío de estas afirmaciones. Lo real de esta solicitud, como otras análogas, está no en hacer de nuestros muchachos eximios practicantes del juego-ciencia, cuanto dar trabajo a los profesores de Ajedrez más o menos vinculados a la argolla de turno. Claro que la plata está más en el Fútbol, y a no ser que seas Atahualpa y te aprendas el juego de memoria, el Deporte Ciencia en el Perú dependerá no del inexistente interés estatal y/o privado, sino del esfuerzo de las familias de los jóvenes ajedrecistas. ¿Qué queda del Ajedrez tras todo esto? Pues lo que siempre ha habido: Un hermoso juego, en cuya práctica se puede encontrar alegría, que suele permitir el despliegue de la concentración, el cálculo y el análisis; además de enseñarte el valor del respeto a las reglas de juego."
2)En sus obras restantes Unamuno deja claro que el ajedrez le interesaba, y lo utiliza con profusión a veces como metáfora de la vida, como juego pedagógico –frente a lo que había manifestado en esos artículos-, como trasunto del juego de espejos cervantino. Veamos las dos más relevantes:
A)”La novela de Don Sandalio, jugador de ajedrez” (1930), novela corta que forma conjunto con otras como San Manuel Bueno Martir, dedicadas todas ellas a recrear la teoría de Unamuno sobre la distinción entre realidad y ficción. Ya me he referido antes a esta obra. En ella refleja conceptos filosóficos claves: la distinción entre el yo que somos, el que los otros creen que somos, el yo del otro que creemos que es, y el que queremos que sea, que es el más relevante, porque es el que genera la conducta. Sandalio y Felipe, quien narra los encuentros en un conjunto de cartas, nada sabían el uno del otro, y se formaban una imagen irreal o supuesta, que era la que querían tener, en un juego de espejos propio del pensamiento unamuniano. Así, el ajedrez no es visto negativamente, sino como expresión general de la realidad del ser humano y de las relaciones sociales, y de la creación de los entes de ficción por medio de la voluntad humana.
Toma Unamuno como modelo a un anciano que conoció cuando era ese joven jugador de ajedrez viciado de sus años de estudiante. Jugaba con él dos o tres horas al día, pero nada sabía de él, como Felipe nada sabe de Don Sandalio, se lo imagina, se crea una imagen no real de él. Unamuno utiliza el ajedrez y sus recuerdos juveniles para exponer la fortaleza de lo soñado, de lo creído y querido: Felipe no quiere saber nada de cómo era don Sandalio en realidad, quiere al jugador que se ha creado en su mente, que es tan cierto o más que el real.
B)”Niebla”: En esta novela o nivola como él las llamaba, de 1907, aunque publicada más tarde, nuevamente se reflexiona sobre la distinción entre el ser real y el de ficción, entre juego y vida, etc. Unamuno rechazaba el mero juego, pero a la vez en su filosofía estas realidades paralelas tenían tanta presencia como lo aparentemente real. Este fragmento del capítulo tercero nos da cuenta de la importancia que concedía al ajedrez como representación de la vida, de la preparación para ella en cuanto a la irreversibilidad de los actos (regla pieza tocada pieza jugada), de la dificultad de tomar decisiones entre varias opciones (¿qué jugada hacer?) etc..:
"Augusto avanzó dos casillas el peón del rey, y en vez de tararear como otras veces trozos de opera, se quedó diciéndose: ¡Eugenia, Eugenia, Eugenia, mi Eugenia, finalidad de mi vida, dulce resplandor de estrellas mellizas en la niebla, lucharemos! Aquí sí que hay lógica, en esto del ajedrez y, sin embargo, ¡qué nebuloso, qué fortuito después de todo! ¿No será la lógica también algo fortuito, algo azaroso? Y esa aparición de mi Eugenia, ¿no será algo lógico? ¿No obedecerá a un ajedrez divino?
- Pero, hombre -le interrumpió Víctor-, ¿no quedamos en que no sirve volver atrás la jugada? ¡Pieza tocada, pieza jugada!
- En eso quedamos, sí.
- Pues si haces eso te como gratis ese alfil.
- Es verdad, es verdad; me había distraído.
- Pues no distraerse; que el que juega no asa castañas. Y ya lo sabes; pieza tocada, pieza jugada.
- ¡Vamos, sí, lo irreparable!
- Así debe ser. Y en ello consiste lo educativo de este juego.
¿Y por qué no ha de distraerse uno en el juego? -se decía Augusto-. ¿Es o no es un juego la vida? ¿Y por qué no ha de servir volver atrás las jugadas? ¡Esto es la lógica! Acaso esté ya la carta en manos de Eugenia. Alea ¡acta est! A lo hecho, pecho. ¿Y mañana? ¡Mañana es de Dios! ¿Y ayer, de quién es? ¿De quién es ayer? ¡Oh, ayer, tesoro de los fuertes! ¡Santo ayer, sustancia de la niebla cotidiana!
- ¡Jaque! -volvió a interrumpirle Victor.
- Es verdad, es verdad ... veamos ... Pero ¿cómo he dejado que las cosas lleguen a este punto?
- Oistrayéndote, hombre, como de costumbre. Si no fueses tan distraído serías uno de nuestros primeros jugadores.
- Pero, dime, Victor, ¿la vida es juego o es distracción?
- Es que el juego no es sino distracción.
- Entonces, ¿qué más da distraerse de un modo o de otro?
- Hombre, de jugar, jugar bien.
- ¿Y por qué no jugar mal? ¿Y qué es jugar bien y qué jugar mal? ¿Por qué no hemos de mover estas piezas de otro modo que como las movemos?
- Esto es la tesis, Augusto amigo, según tú, filósofo conspicuo, me has enseñado.
(…)
- …. Y ahora ... ¡jaque otra vez!
- Pero ...
- ¡Jaque he dicho!
- Bueno ...
Y Augusto cubrió el rey con un caballo. Y acabó perdiendo el juego."
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4
Los hijos de Unamuno.-
No es solo Don Miguel de Unamuno quien jugó toda su vida al ajedrez. También lo hicieron y de forma constante varios de sus hijos. Uno de ellos, José De Unamuno, era uno de los jugadores más fuertes de Las Palmas en los años 30, jugando torneos en el Gabinete Literario y enfrentándose al legendario Germán Pírez en un match en que fue batido por Germán por 5-1.
Por cierto que José Unamuno practicaba la que denominaba “apertura alcohólica”, que consistía en hacer las cuatro jugadas… 1)Cf3. 2)Cc3. 3)Cg1. 4)Cb1. Eso, ante cualesquiera jugadas del rival. El objetivo era despistar al contrario (datos tomados de la obra de Juan Joé Sosa, “Germán Pírez, ajedrez y política”).
No sabemos lo que pensaría Unamuno de este rasgo de humor de su hijo, tan raro en su obra. Sin duda no lo aprobaría, porque como decía en Niebla, “si juegas, hazlo bien”. Pero, si bien se mira, su hijo le enfrentaba a un nuevo juego de espejos, las piezas van y vienen sin saber si las jugadas realizadas son realidad o ficción, y nos da igual el jugador que tenemos enfrente, nada queremos saber ni siquiera de lo que va a jugar. ¿No es esa la esencia de Niebla y San Sulpicio, de la filosofía total del pensador?
Y aún tras su muerte en 1936, otro de sus hijos fue mencionado en una tragicómica partida simultánea que jugó con Alexander Alekhine, campeón del mundo, en 1943. Una partida que también ciertamente se debe bautizar como “partida alcohólica”, en este caso por el estado lamentable en que jugaba el campeón, ya muy en esa fase de la agonía nada unamuniana –o sí- con que tituló Pablo Morán en su libro los últimos años de la vida del inigualable jugador: “La agonía de un genio”. Ante la sorpresa de todos, el campeón ruso, tras haber enrocado con el rey y la torre por el flanco de rey, ¡enrocó por segunda vez con la dama y la torre de dama!. Deshecho el error tras el pequeño escándalo provocado, la partida siguió y el hijo de Unamuno se alzó con justicia con la victoria. Sin duda el gran don Miguel, de haber vivido, nos habría deleitado con algunas sagaces reflexiones filosóficas sobre el alcance del error de Alekhine. La reina que se sueña rey, un nuevo juego de espejos…
Ricardo Moyano Garcia abril 2015
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